
No. Ni deberían de convertirse en la metodología exclusiva para establecer trabajo colaborativo. Por la experiencia que tenemos, las CoPs son un buen instrumento para estructurar y dar visibilidad a la necesidad creciente -potenciada más ahora por la tecnología disponible- de trabajar y aprender juntos. Pero de esta necesidad, convertir a las comunidades de práctica en el filtro de todo trabajo colaborativo, creo, es excesivo. Y tampoco se conseguiría. En las organizaciones, como sabemos, gran parte de los procesos de aprendizaje y de trabajo son informales. Y aunque pretendamos formalizar algunos de ellos e intervenir de forma intencional para rentabilizarlos mejor , siempre estaremos trabajando sobre una parte pequeña del todo. En fin, toda esta introducción viene a cuento de la jornada de ayer: Aprendre a desaprendre: els agents educatius en l’àmbit penitenciari, en la que se dieron cita el tripe de las personas esperadas. Si no fuera porque los presentes (la mayoría docentes), ya en su día dispusieron de comunidades de práctica, las cuales en el tránsito de titularidad entre Departamentos (de Justicia a Educación) se perdieron, sería una anécdota. ¿Que quiere esto decir? Que el trabajo colaborativo existía en este colectivo previamente a las comunidades de práctica formales, y ha seguido existiendo después, a través de múltiples lazos y interacciones entre ellos. Conclusión: podemos ayudar a ser más eficientes a través de una cierta formalidad de estos procesos ( a través de la CoPs) , pero no son un requisito imprescindible para que toda las riqueza que aporta el trabajo colaborativo se pierda.(Mas o menos)
Hi estic d’acord: cal tenir present que hi ha pràctiques que poden tenir el seu paper en un context organitzatiu en canvi.
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És veritat, Nuria. Al teu context de mediació n’és un exemple.
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