La irresistible atracción por la certificación de la formación.

Hace un par de semanas celebramos la MoodleMoot Spain 2018 en el CEJFE. Como coorganizadores, teníamos derecho a un paquete de entradas que distribuimos entre diferentes profesionales relacionados con Moodle. Era un congreso de 3 días, con un gran programa -incluida la conferencia magistral a cargo del propio Martín Dougiamas-, que suponía esfuerzo y tiempo para seguirlo.

Pues bien, alguno de estos asistentes invitados nos planteó que les certificáramos la asistencia. Elevamos esta petición a los responsables de la MoodleMoot y la sensación que obtuve, cuando miraba sus caras, era la de incredulidad. Entendí enseguida que, culturalmente, están muy alejados de este tipo de planteamientos más propios de la Administración Pública. Para la comunidad de desarrolladores de Moodle ( su público natural) la cita les era imprescindible para aprender y seguir desarrollándose. Para culminar, a veces, trayectorias profesionales que los van a hacer eficientes y competitivos en su campo . Con los conocimientos adquiridos, también en ese congreso, van a estar en mejores condiciones de ofrecer nuevos productos y servicios a sus organizaciones y, eso, les va a hacer progresar. ¡Esa era su certificación!

Contrariamente, los peticionarios de certificados sabían perfectamente que el valor (el aprendizaje) en esos 3 días no iba a ser evaluado externamente en nuevas competencias adquiridas, sino en algún concurso de méritos a los que pudieran presentarse.

Y, esto anterior, resume lo que podríamos llamar el pecado original que la formación en las Administraciones Públicas estamos conllevando: la necesidad imperiosa de convertir cualquier tipo de acción formativa en certificable. Y no es porque no tengamos claro que la autonomía de los aprendizajes es un motor suficiente que puede desarrollarse con o sin certificación, sino por la presión de los usuarios que tal como la normativa (el viejo EBEP que ojalá, en esta nueva etapa política se actualice), nos ha condenado.

Y, doy fe, que este es un problema importante para los profesionales de la formación. También, la semana pasada tuvo lugar un debate ( La eficacia en la formación) en la comunidad Formación del Inap Social. Está accesible en este enlace (previa autentificación con contraseña). Lo que más me llamó la atención fue la convicción profunda de muchos profesionales de la formación, como Rafa Lifante de la Diputación de Alicante, con más de 25 años dedicación, que ha hecho un diagnóstico clarísimo de este tipo de males. Tanto es así que ha presentado lo que podríamos llamar el Certipoly (viene a ser una adaptación del juego del Monopoly) a los certificados.

Recojo parte de sus palabras:

…es vital recuperar el protagonismo de los aprendientes. Y eso me hace creer, más aún, en la pertinencia de trabajar para sacarnos de encima las certificaciones. Como son muchas las razones que tengo para opinar así, y esta tarde he tenido un ratito, os comparto 22 de esas razones por si sirven de punto de partida para profundizar en ellas y debatirlas.

Como sé que a la mayoría nos cuesta leer, os la paso en una imagen en forma de juego… ¿Os gusta el monopoly?

certipoly
El Certipoly de Rafa Lifante

Carmen Seisdedos, subdirectora del IAAP, se mostraba así de contundente:

Parece esencial para los departamentos de formación que más allá de los procesos, más o menos sofisticados, de detección de necesidades, nuestro rol debe cambiar . Pasamos de ser gestores de formación a agentes activos o consultores para la mejora de la administración a través de procesos de aprendizaje. Nuestro papel debe centrarse en la capacidad de mantener conversaciones que nos permiten identificar con las personas de los distintos departamentos el tipo de metodología, recurso formativo más adecuado. Cuando das con la tecla de la formación idónea ocurre que:

– Los resultados van más allá del número de certificaciones y tiene más que ver con resultados como creación de redes de trabajo, elaboración de un nuevo procedimiento, recursos compartidos o la creación de un Monopoly.

– Fidelizas al departamento que te irá pidiendo más implicación y de mayor calado para diseñar juntos procesos formativos dentro de la estrategia organizacional.

– Se consigue la motivación por la transformación y donde había apatía descubre » brillo en las miradas»

– La certificación es menos relevante.

Me permito añadir algo más al debate, ya que ahora conviene estar atentos a que la dinámica de la certificación no nos lleve por derroteros perversos. Lo explico:

Ayer jueves 19 de julio, Eloy Sarrat, responsable de formación en la Diputación de Lleida, en una formación específica sobre la herramienta Adobe Connect que hemos adquirido en el CEJFE, nos planteaba todas las dudas que se están suscitando a la hora de dar respuesta a las personas que quieren certificar que han seguido la sesión ( a través de webcam o en una sala distribuida en el territorio). Y, también, todos los planteamientos que se derivan de la tentación de convertir en certificable los aprendizajes informales.

Entiendo que estamos instalados en una dinámica en la que difícilmente, mientras no cambie la normativa, podremos salirnos, sino es a cuenta de dejar indefensos (y sin recompensa/certificación), en esta competición tradicional por la acumulación de certificados y de formación a peso, a muchos de nuestros usuarios.

Con lo cual, ¿qué queda? Intentar activar y concienciar a las capas directivas, con responsabilidad en estos ámbitos, que es ya indemorable la reforma a fondo del modelo de la formación actual y vincularla a competencias y a impacto/ resultados en la organización. Y con las métricas adecuadas, recogidas en nuevos sistemas de información (otra gran asignatura de la que otro día hablaré) .

O sea, todo un cambio cultural, que el propio Martín Dougiamas, suscribiría.

Moodlemot
Asistenes a la Moodlemoot Spain 2018

5 comentarios

  1. Magnifico post Jesús, y ya sabes que coincido plenamente contigo. Debemos hacer didáctica sobre los graves problemas que se derivan de la mercantilizacion de la formación. Necesitamos YA profesionales que quieran aprender no profesionales del ‘aprendizaje’

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    • Gracias por el comentario. Progresivamente va calando la idea de que la reforma del modelo de formación es imparable. Los profesionales de la formación son los primeros que ya la reivindican.

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    • Gracias por comentar. El otro día, en un debate sobre la eficacia de la formación, uno de los participantes mencionaba a Antonio Gramsci. Decía que estamos en una etapa de transición. Lo viejo no acaba de desaparecer y lo nuevo no acaba de llegar. Creo que todos lo vemos un poco así.

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  2. Voy descubriendo que soy una docente de lo más peculiar, aunque más por mi manera de aprender (nunca me había planteado escoger los cursos según la certificación, siempre los escogí por mi propio interés profesional, es decir, a partir de las necesidades que intuía en el alumnado) que por mi manera de enseñar (que se ve, lógicamente, afectada).
    A mi parecer se trata de convertir a los profesores en profesionales de la docencia. Para ello habría que permitir que las direcciones seleccionaran (de manera controlada) a sus dirigidos, que pudieran escoger el perfil de profesorado que necesitan (para ello las direcciones escolares deberían poder profesionalizarse a su vez), poder dar estabilidad al personal sin necesidad de oposiciones (o con unas opos mejor planteadas, en la que la experiencia y la opinión de la dirección donde vas a trabajar tuvieran más peso).
    No sé! Cambiaría tantas cosas…

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