
Vengo sosteniendo (Congreso EDO 2023) que hemos entrado en lo que podemos considerar una pandemia de la distracción.
Progresivamente, (en lo que llamo las clases medias y bajas informacionales) se ha ido erosionando la capacidad de la atención sostenida y han aparecido, por tanto, dificultades para aprender y trabajar de forma profunda.
Esto, que a nivel personal e individual puede ser un elemento corregible, a nivel social tiene consecuencias graves ( y por ahora, aun no previstas).
Pasados más de 20 años de interacción intensa con las pantallas (Internet y redes sociales) los efectos, a escala global, los estamos percibiendo progresivamente.
Por ejemplo, muy recientemente, en una tesis bastante original, Gal Beckerman, en su libro Antes de la tormenta. Los orígenes de las ideas radicales, sostiene que los movimientos sociales más definitorios, -desde la descolonización hasta el feminismo-, prosperan cuando se les da el tiempo y el espacio para gestarse antes de difundirse ampliamente. El autor habla de un periodo de gestación que tiene que ver con el debate y con la reflexión calmada. En la actualidad, en la época de redes sociales y con una conversación superficial, el nuevo ecosistema de comunicación, al quedarse sin la paciencia y la concentración necesaria, nos priva de un soporte magnífico para que las ideas radicales puedan crecer y fructificar. Libro apasionante.

Estamos, por tanto, en lo que, creo, una doble frustración. Por un lado, no conseguimos los superpoderes que nos prometía Internet a principio de los dos mil; y, por otro, hemos llegado casi a lo contrario: asistimos (casi sin ser muy conscientes) al empobrecimiento de nuestras capacidades personales y sociales.
Veíamos aquí el contexto global; y aquí lo centrábamos en el aprendizaje. En esta entrada ( lo desarrollaré en la tercera sesión ABRA del próximo martes 6 de junio) hablaré de cómo afecta a las organizaciones y del margen que tenemos de mejora.
No somos originales
Pero, y esta es la paradoja; ni siquiera somos originales. En el ámbito de la atención, la crisis se viene repitiendo. Veamos:
- Esta misma semana, Irene Vallejo recogía en una crónica periodística, lo que llamaba los demonios del mediodía.
En el siglo V, los primeros monjes cristianos lo padecieron. El deterioro de su capacidad de concentración los ponía a prueba. Lo llamaron los demonios del mediodía (diferentes a los de la noche). Juan Acediano fue su gran corrector.
El escritor y asceta Juan Casiano, fundador de una importante abadía en el siglo V, describió en términos psicológicos muy precisos un problema que obsesionaría a los teólogos medievales: la acedía. El monje acedioso no consigue controlar su mente ni perseverar en su tarea. Aparta la mirada y su imaginación se extravía. Exhausto, hambriento, siente ansiedad “y una absurda confusión se apodera de él como una tiniebla repugnante”. Los monjes estaban vigilados y, cuando eran sorprendidos en ese estado de distracción, los consideraban poseídos. Casiano afirmó que esta enfermedad era provocada por los demonios del mediodía, ya descritos en los textos mágicos paganos

La regla Benedictina, también, más tarde, vino a intentar poner orden en la vida monacal de contemplación, que ya dejaba de serlo ( imagen anterior)

- Con la imprenta ya se pasó a otra era. A finales del siglo XVI se habían publicado 200 millones de libros. Y aquí, afortunadamente, intervino Comenius ( el padre de la Didáctica) aportando su gran Didáctica Magna.

- El siglo XVIII Voltaire, Diderot, Rousseau y otros filósofos de la época ya se quejaba de que recibían demasiadas cartas y se publicaba demasiados libros. En la propia Encyclopédie, en la entrada correspondiente a Crítica (Marina Garcés 2017) se señala la necesidad de la crítica: la velocidad, la arbitrariedad, la inutilidad y la imposibilidad de digerir todo lo publicado , es decir de comprender lo que se está produciendo ante la acumulación del conocimiento inútil y la imposibilidad de relacionarse adecuadamente con el saber… el conocimiento tiende a volverse inútil porque, aunque accedamos a sus contenido, no sabemos cómo ni desde dónde relacionarnos con ellos. ¿Qué hacer? En la entrada Crítica, se despliegan ya herramientas concretas: seleccionar, contrastar, verificar, desechar, relacionar y poner en contexto.
- Siglo XIX. Panico atencional
Jonathan Crary en su libro Suspensiones de la Percepción explica que nunca se habló tanto de ella como en torno al 1880.
Esta fecha coincide con el momento álgido en el cual la industria comienza a dirigir la vida y la forma de trabajar de la gente. En el trabajo en serie hay que concentrarse en una única tarea. Después, lo que se produce, hay que colocarlo, venderlo… Implica que los consumidores presten atención… y es a través de la publicidad … es un nuevo foco de atracción para la atención.

Decíamos en el título del post que en los problemas no éramos originales.
Problemas en busca de soluciones nuevas.
Ahora, en la segunda decena del siglo, los problemas son infinitamente mucho más graves, la pregunta es: ¿podríamos ser originales en las soluciones?
En la sesión número tres del ciclo Aprender en la era de la distracción (próximo martes 10’00 horas en Chile; 16’00 en España) me arriesgo con propuestas.
Expondré, en 10 apartados, que lo que conocemos como Gestión del Conocimiento /Aprendizaje Organizacional, debe adaptarse a esta nueva era de la distracción.
En el primer punto (lo adelanto) señalaré la necesidad (o no) de lo que desde la industria Tech ya nos anuncian: especialistas en prevención de la distracción.

El debate lo dejo abierto.

✍🏼Inscripción aquí: https://abraaprendizaje.com/index.php/personas-y-organizaciones/el-aprendizaje-en-la-era-de-la-distraccion