Algo pasa con la atención

Una cosa lleva a la otra. Hace un par de semanas tuve la oportunidad de participar en uno de los magníficos diálogos sobre aprendizaje que impulsa Javier Martínez Aldanondo para Abra Laboratorio de Aprendizaje

Al acabar vimos que el ámbito de la atención, como la puerta al aprendizaje,  está siendo erosionado después de más de 20 años de inputs informacionales que sobrepasan nuestra capacidad cognitiva.

La hipótesis del tercer cerebro (las pantallas), como elemento substitutivo/complementario incrustado en nuestros procesos cognitivos pre-internet está cobrando fuerza.

Con lo cual, una reflexión sosegada se hace necesaria para reequilibrar procesos que ahora tienen el peligro de saturarse. Y es de aplicación tanto para el aprendizaje personal como para el organizacional.

Así lo mencionaba en la presentación de la sesión:

 La invasión, por parte de inputs informacionales masivos, en esta segunda década de siglo, de un bien tan escaso como es la atención. Y si consideramos la atención como la puerta al aprendizaje, ya tenemos el conflicto bien definido. Y no solo afecta a la (previsible) esfera individual, sino también a la organizacional y, por extensión, a la social.

Y ahora lo amplio un poco más.

El aprendizaje en la era de la dispersión

Nos estamos ahogando en información, mientras estamos hambrientos de sabiduría.

E. O. Wilson

El pasado 29 de enero moría Roger Schank. Pionero en Inteligencia Artificial, estaba considerado como el gran crítico de las metodologías tradicionales de aprendizaje y contribuyó notablemente a actualizar las propuestas basadas en el learning by doing.

Partía de la premisa de que el   aprendizaje sucede cuando alguien quiere aprender, y no cuando alguien quiere enseñar.

Pasados más de 40 años de esta declaración, y sumados los aportes -decisivos- de la   revolución digital, creemos el maestro Schank hubiera estado de acuerdo en matizarla. Podríamos enunciarla ahora de esta manera: el aprendizaje sucede cuando alguien quiere y puede aprender.

¿Porque introducimos el puede?

Daniel Goleman, ya en 2013, publicaba Focus y aludía a la experiencia  de un profesor universitario especializado en cinematografía que, a propósito de la lectura de la biografía de Truffaut , contaba que no podía leer más  de 2 páginas de un tirón porque tenía  la absoluta necesidad de conectarse  a ver si había  recibido algún correo electrónico.

Pero cojamos un testimonio de un ámbito diferente al del aprendizaje. El del escritor Antonio Orejudo:

En mi caso esta revolución de las comunicaciones ha empeorado muchos aspectos de mi vida. Me sigo levantando a las cinco de la mañana, pero ya no me pongo a escribir inmediatamente como hacía antes; primero leo la prensa digital, luego contesto correos electrónicos y si la mañana se da mal, no me pongo a leer, sino que escapo por la ventana de Google y no regreso hasta pasadas las nueve de la mañana, cuando ya es muy tarde para seguir escribiendo. Algunas veces he conseguido no ser abducido por internet, y me he sentado a leer, pero mi relación con los libros tampoco es la misma: tengo menos paciencia, y a menudo, cuando un libro no me engancha, me sorprendo consultando el correo, o el Facebook, o el Twitter a intervalos alarmantemente cortos.

(Antonio Orejudo en  Elogio a la desconexión – Jot Down Cultural Magazine)

Algo pasa con la atención

Décadas de digitalización intensiva están produciendo un impacto social del que aún no somos capaces de entender todas sus implicaciones.

Por primera vez en la historia el ámbito personal/profesional, organizativo y social se ven retados a “gestionar” la sobreabundancia de información.

Y su primera victima es la atención. Goleman nos dice que en la era de la distracción permanente, ahora más que nunca, tenemos que aprender a cultivar la atención:  tanto como forma de autocontrol como el elemento determinante para comprender la complejidad que nos rodea.

Sin atención no hay aprendizaje

La señal más reciente de que se están produciendo grandes cambios en respuesta a la disminución de atención, por ejemplo, lo encontramos en la Liga Nacional de Baloncesto (NBA),  la cual está explorando formas de acelerar el final de los partidos para acomodarse a la reducción de los periodos de atención.

También, y de acuerdo con una encuesta encargada por Microsoft, perdemos nuestra capacidad de atención de forma muy rápida. Satya Nadella, su CEO, señalaba que el rasgo esencial para los empleados que buscaban el éxito era incrementar su  capacidad de atención.

Como sabemos, la atención es la puerta al aprendizaje. Otro pionero, Nicholas Carr,  ahora redescubierto, ya en 2008, en su obra Superficiales  nos avisaba de que nos estamos volviendo menos inteligentes, más cerrados de mente e intelectualmente limitados por la tecnología. Y, recientemente (2021), lo corroboraba: (…ya no se trata de hipervínculos, se trata de los móviles) … por desgracia, mis predicciones sobre internet se han cumplido y son incluso peores de lo que esperaba.

¿Un tercer cerebro como substitutivo cognitivo?

El testimonio del profesor  de la Universidad de Granada Daniel Arias Aranda  en una carta abierta a los alumnos publicada en su cuenta de LinkedIn, lo explicaba de forma experiencial: Los grupos hoy son de unos 50 alumnos, de los cuales raramente viene a clase más de un 30%. Los que vienen, lo hacen en su mayoría con un portátil y/o un teléfono móvil que utilizan sin ningún resquemor durante las horas de clase.

Pierre-Marc de Biasi en su obra El tercer Cerebro (2023) nos dice que los científicos ya no hablan de un único cerebro, el intelectual, que se localiza en el cráneo. También hablan de un segundo cerebro, el emocional, que se ubica en el vientre. Pero, y es la tesis central de su obra, alude a la existencia de un tercer cerebro, exterior a nuestro cuerpo, el smartphone: especie de encéfalo auxiliar que viene haciéndose cargo de unas cuantas funciones de los otros dos.

Un problema con la atención.

Es un momento, por tanto, de paradoja. Como dice Carolina Kealey, haciéndolo extensivo también a las organizaciones:

  • Estamos exhaustos, pero no podemos dormir.
  • Nos estamos atiborrando de un consumo glotón de información, pero nos sentimos desnutridos por las calorías vacías de las redes sociales y siempre nos quedamos con hambre de más.
  • Nos sentimos abrumados por el trabajo, pero existe una sensación generalizada de estar decepcionados.
  • La capacidad de hacer un trabajo profundo se ha reducido peligrosamente. Cada semana escucho a los ejecutivos decirme que no tienen tiempo para pensar. Muchos han confiado que tienen equipos de docenas de empleados o más y no saben lo que hacen en todo el día porque el ejecutivo apenas puede mantenerse al día con la presión aplastante de una bandeja de entrada desbordada sin parar.

Y, ¡cómo no!, su efecto llega a la formación continua. Primero fue la petición masiva de cursos de mindfulness y ahora, propuestas lúdicas y relacionales (Nuevas tendencias en formación para empresas 2023).

Analfabetismo ilustrado

Marina Garces en Nueva ilustración Radical (2017) eleva la controversia: … no basta con tener acceso al conocimiento disponible, sino que lo importante es que podamos relacionarnos con él de manera que contribuya a transformarnos a nosotros y a nuestro mundo a mejor. Si lo sabemos potencialmente todo, pero no podemos hacer nada con ese conocimiento, ¿de qué sirve este conocimiento? 

Y Daniel Innerarity (2022)  lo confirma: … la educación tradicional está basada en la acumulación de conocimientos teóricos y la construcción del nuevo saber es la suma, en línea, de todos los saberes anteriores. Este tipo de conocimiento acumulativo nos libera de la tarea de pensar y nos complica la toma de decisiones… en la era de la incertidumbre.

Conclusión:

¿La formación tradicional que nos preparaba para ser competentes informacionalmente, está dejando ahora de ser eficaz?

Si queremos responderlas, inevitablemente, nos tenemos que situar en un triple ámbito: 

  • El de las personas.  Hemos de aprender a gestionar el impacto, por ejemplo, de la sobreinformación (Bronner[1], 2022) , de la adicción a las pantallas -y la necesaria dieta informacional/digital (Esteve, 2022), preservarnos de la fatiga mental ( Rego 2021) y la sobrecarga cognitiva, la dificultad de procesamiento de inputs complejos y los déficits atencionales (Bronner, 2022), fortalecer el pensamiento crítico (World Economic Forum, 2020) etc.
  • El de las organizaciones.  Hemos de aprender a dar valor al conocimiento crítico y descontaminarlo del ruido y saber administrar sabiamente la información relevante (Morin, 2000)[2], (re)establecer pautas adecuadas para rebajar la demanda de sobrecolaboración que la conectividad ha incorporado (Kealey, 2022). Y más concretamente, siguiendo a Innerarity (2022) un cambio en lasinstituciones formales de capacitación.
  • El social. La abundancia, lo complica todo y exige una nueva manera de gestionarla Innerarity (2022).  ¿Se devalúa el conocimiento? (Cañadell, 2020) ¿Estamos ya en un analfabetismo ilustrado? (Garcés, 2017).

El ciclo que desarrollo para ABRA Laboratorio de Aprendizaje, lo conforman cuatro intervenciones de 1 hora , transmitidos en directo por la plataforma YouTube.

El calendario y los contenidos son los siguientes:


[1] Su tesis principal es que   la información, «el oxígeno de la democracia» nos falla en el momento en el que más tiempo disponemos para abordarla.

[2] Morin afirma que el fundamento común de los currículos escolares, centrado principalmente en el texto, la lógica y el individualismo, queda obsoleto ante las nuevas perspectivas que ha revelado la  desinfodemia.

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