Esta última semana he tenido oportunidad de confrontar los planteamientos de los procesos de participación, a los que nos referíamos en el post anterior, con algunos profesionales de base. Los podríamos englobar -a estos participantes- en la categoría de personas que están trabajando en sus espacios profesionales y que tienen asignadas tareas y obligaciones que han de desarrollar y cumplir satisfactoriamente.
Se trataba de comprobar si la bondad teórica de los procesos participativos, que todo el mundo en el plano de las ideas compartiría, cómo lo viven desde la base los profesionales no especialmente implicados. A continuación describo algunas de las observaciones y propuestas que aparecieron:
1- Como es obvio, lo primero que apareció fue que el trabajo asignado manda. Lo que hay que hacerse, se ha de hacer. Tal y como recogimos en la entrada anterior, el ADN burocrático y jerárquico de la organización pública asigna responsabilidades a cada uno de los profesionales y les pide cuentas. Esto, para todos, es lo primero.
2- Existen, no obstante, porcentajes de personas en la organización que, de entrada, están dispuestos a incorporar un extra en su trabajo. Este extra podemos llamarlo motivación, implicación, etcétera. En porcentaje, como ya hemos explicado algunas otras veces, se sitúa en torno al 15%. Es una cifra muy cercana a lo que se describe como el porcentaje estándar de participación en entornos online.
3- Esta proporción de personas sería suficiente para mantener lógicas participativas abiertas de innovación, resolución de problemas organizativos, comunidades de práctica, comunidades de aprendizaje, etc.
4- No obstante, me confirman, para que estos procesos de participación se mantengan en el tiempo, han de contar con una serie de requisitos. Como comentábamos en el post anterior, han de estar encajados (salvaguardados y defendidos) por la estructura directiva. Y, además, contar con soporte y logística adecuada. Los llaneros solitarios que abundan, a veces, en las organizaciones, y quieren hacer la guerra por su cuenta, se acaban quemando.
5- Y, también muy importante, la tecnología actual de la que disponemos en las Administraciones Públicas, ahora no ayuda. Como ya explicamos en una entrada anterior, hace tiempo que la Administración Pública abandonó la carrera por la mejora tecnológica. En los entornos públicos vamos a remolque, y este factor, desgraciadamente, se ha convertido en una gran barrera para invitar/seducir a las personas a participar en este tipo de proyectos.
6- Y, ya por último, añadir que ven muy difícil que ahora, en el entorno público, surjan iniciativas que de oficio impongan/impulsen lógicas de participación… que vayan más allá de lo cosmético. Así de claro. La media de edad en lo público no ayuda. Ya lo dice el refrán, me temo: a perros viejos, pocos trucos, Así es la vida;)