Cuenta Santiago Beruete que cuando era niño, mientras trabajaba en el jardín familiar con su abuela, ésta le decía en tono humorístico “seamos felices mientras podamos”.

Reconozco que me ha gustado el chiste. Beruete, en esta otra intervención, hace un repaso a sus inicios formativos y explica muy bien cómo conecta su pasión por la jardinería con su pasión por la educación.
Alejandro Piscitelli , en dieta memética 100, hace un extraordinario comentario sobre su producción ensayística y explica el sentido de sus tres últimas obras publicadas.

- La trilogía que Santiago acaba de cerrar en la colección Noema en Taurus: Jardinosofía: Una historia filosófica de los jardines (2013); Verdolatría: La naturaleza nos enseña a ser humanos (2018); tiene una culminación si no inesperada al menos sorprendente con Aprendívoros: El cultivo de la curiosidad
- Las tres obras de la trilogía tienen mucho en común pero barren ontologías muy diferentes siendo esta tercera la que más se acerca a nuestro interés por la seducción de la curiosidad ajena, y sobre todo por el cultivo del instinto de conversación que Santiago practica con tanto donaire y cuya escritura, plagada de metáforas misteriosas y organicistas, no hace sino enriquecer nuestras distinciones y potenciar nuestras ganas de saber/hacer.
- Santiago dignifica la enseñanza buscando modificar las actitudes y el relato colectivo en torno a dos ideas teóricamente alejadas, pero muy unidas en la realidad, la actuación frente al cambio climático y la labor de educar. Santiago es un filósofo de la naturaleza y un defensor (pero también cultor) de la inteligencia vegetal (en la senda de Stefano Mancuso, David Haskell, Richard Evans, David Wallace-Wells, Sue Stuart-Smith y tantas otras exquisitas referencias que pueblan sus capítulos
Después de estos comentarios no me atrevo a añadir nada más.
Como mucho, dos elementos complementarios.
- Por un lado, un resumen de lo que más me llamó la atención de su última obra (Aprendívoros: el cultivo de la curiosidad). Lo podéis consultar aquí en formato Sway
Ventajas de ser un inadaptado |
Ir a este Sway |
Y, por otro, invitaros a seguir su intervención en el CEJFE (formato híbrido) el próximo miércoles a las 16’15.
Resumen de Promover la curiosidad para navegar la complejidad
Como aprendivores que somos, necesitamos satisfacer nuestro apetito de conocimiento y nuestra sed de belleza para disfrutar de una vida plena. La esclerosis intelectual y el tedio vital aflige tarde o temprano a quien no se automedica con la duda y ejercita la curiosidad. Éste es el humus fertilizante de una mente bien ajardinada y la auténtica fuente de la eterna juventud. El apetito de saber no sólo es el rasgo distintivo del primate humano, sino el que dota de valor y sentido a nuestra existencia particular.
Durante nuestro tráfico por este mundo todo nos interpela. Hasta tal punto es así, que empezamos a envejecer cuando perdemos la curiosidad.
El deseo de aprender, junto a la capacidad de pensar creativamente, son el mejor aval para quien aspire a abrirse paso en el mundo laboral y tener una buena vida. En un futuro próximo será imposible competir con las máquinas, más eficaces y menos falibles que los humanos, a la hora de realizar trabajos rutinarios, sean manuales o cognitivos. Las personas que ejerzan tareas susceptibles de automatizarse tendrán que buscar una nueva fuente de ingresos o se verán condenadas a la precariedad en el empleo. Únicamente se encuentran a salvo de la digitalización y la robotización aquellas profesiones que exigen flexibilidad cognitiva, habilidades sociales y un enfoque ético. La importancia de cultivar la curiosidad en un mundo postindustrial, posmoderno, de la posverdad y, de seguir así las cosas, pronto también poshumano, está fuera de toda duda