En el punto número 6 del post anterior 6 pautas básicas para los Departamentos de Formación ante el Machine Learning, anunciaba una entrada específica para desarrollar un escenario en las organizaciones en la que la colaboración y la compartición estuviesen “automatizadas” y fluyeran de forma natural.
Pero, he de confesar, hice una valoración muy optimista de lo que podía aportar en este campo. Tanto es así, que me vi obligado a escribir, posteriormente, dos nuevas entradas en las que establecía algunos antecedentes para poder (justificar) adentrarnos en la tesis de la colaboración ideal en un espacio no diseñado para ello.
Uno de los antecedentes hacía referencia a la voluntariedad actual del proceso de colaboración en las Administraciones Públicas.Hablábamos de los esfuerzos enormes (estrés) que había que generar en la organización para mantener un porcentaje mínimo de conductas colaborativas. Nos extrañábamos, también, de la timidez estratégica directiva, que no apostaba de forma más contundente, por rentabilizar el conocimiento distribuido de los profesionales, a través , precisamente, de la colaboración.
El otro antecedente (entrada anterior) se refería a la necesidad de establecer nuevos procesos -rediseño de la organización-, para institucionalizar la conducta colaborativa. Apuntamos cuatro tipo de elementos facilitadores, los cuales estarían en la base y lo harían posible. El primero de ellos, se refería al marco competencial de los profesionales de la Administración. La competencia colaborar y compartir conocimiento sería exigible a todos y, seria, por tanto, corporativa. En este mismo sentido, y leyendo estos días la magnifica aportación que ha hecho la EFIAT de Murcia, sobre las competencias digitales que han de disponer los trabajadores públicos, encuentro que una de ellas es la de compartir conocimiento y colaborar. Por esta vía, como no, también tendríamos esa nueva palanca que apoyaría la automatización de la colaboración.
Pues bien, situados en este escenario, por ahora idílico, en el que todos los empleados son competentes en la compartición de conocimiento; y, además, les viene exigido para desempeñar su puesto de trabajo ( y con la tecnología adecuada que lo posibilite), podríamos, de forma realista, pensar en el escenario de la colaboración automática.
¿Cómo sería este escenario? Lo apunté en la parte final de mi intervención en el Expoelearning del pasado día 3 de marzo. La presentación la podéis encontrar aquí.
Me inspiré en esta noticia que aparecían en los medios hace un par de semanas. Facebook ha desarrollado un algoritmo que permite detectar aquellas personas que podrían desarrollar conductas de suicidio. Tiene que ver con la recogida de datos ( estados emocionales, expresiones de desánimo, peticiones de ayuda, muestras de angustia; y su cruce con las personas que hayan desarrollado tentativas de suicidio. Esta sencilla ecuación, de recogida y análisis de datos, mediante un algoritmo, también se podría aplicar en nuestros contextos de trabajo si, como decíamos antes, la cultura del dato, que era la primera de las premisas que expliqué en la primera entrada (…sin datos no hay elaboración posterior posible. Por muy desestructurados que puedan estar, sin planteamientos previos estratégicos que incluyan recogida, selección, filtrado y tratamiento, no hay nada) estuviese disponible. Es cierto que aún estamos muy al inicio de la transformación tecnológica en la Administración Pública, pero el salto cualitativo en nuestra mejora de servicios ha de llegar por la vía de la adopción de la tecnología adecuada. Las estrategias de adquisición de este nuevo tipo de tecnología han de pasar por apostar por aquellas que prevean la recogida y la explotación de los datos de los que disponemos.
Sería, en este contexto anterior, cuando los datos debidamente consignados, etiquetados, y interpretados, los podríamos emparejar con aquellas personas que más demandas de información tienen ( a los que todo el mundo recurre) y, a su vez, más comparten. Serían los líderes (motores) de proyectos.
¿Qué proyectos? De aquellos temas emergentes,reflejados en esas conversaciones, y que se mostrasen como potenciales aportadores de eficiencia tras su desarrollo..
Automáticamente se establecería el ranking de lo que preocupa en la organización y se emparejarían con las personas que más activas se han mostrado. Y, todo ello, debidamente consignado en la hoja de méritos –por ponerlo con estas palabras-, de cada uno de los profesionales. Incentivos intrínsecos y extrínsecos deberían conformar este espacio de colaboración por defecto.
Ésto, que en la Administración pública puede parecer muy lejano, ya se viene desarrollando en entidades como CaixaBank, en un entorno bancario, y en otras organizaciones.
La presentación la podéis encontrar aquí.