
Este relato es auténtico. El lunes pasado fui a saludar a una compañera que había acabado unas minivacaciones en Francia. Me sorprendí muchísimo al verla escribir ¡nada menos! que con un modelo de bolígrafo Tradio (un híbrido entre roller y pluma). La sorpresa vino al darme cuenta que esa marca de pluma/roller aún estaba en el mercado. Hace dos años, cuando quise comprar nuevos recambios, y desesperado por no encontrarlos (hacía un uso habitual de esta marca), fui al comercio de plumas y bolígrafos emblemático de Barcelona. Pues bien, uno de los vendedores que me atendió – de apariencia respetable y con mucha experiencia- , con toda la seguridad de la que fue capaz, me dijo: ese modelo que buscas ya no esta en el mercado. Efectivamente, lo acepté con total naturalidad. Me acomodé como pude a otros modelos y no hice ningún intento por informarme en otros sitios (por ejemplo a través de Internet).
Esta anécdota me hace reflexionar sobre si en demasiadas ocasiones, y de forma poco crítica, sobrevaloramos la experiencia. En algunas ocasiones, sobretodo en las organizaciones menos dinámicas, a veces es un lastre.
Como contrapunto esto: también, la semana pasada, en una intervención de unos de los participantes de esta jornada de educadores sociales, comentó que él como educador muy veterano, se había visto empujado a actualizarse profesionalmente a través del entusiasmo de los compañeros más jóvenes, precisamente a través de esta red creada entorno a las comunidades de práctica. O sea, experiencia si, pero con actualización constante.