
Comentábamos en el post anterior que habíamos diseñado la jornada del día 14 para debatir. Queremos huir de los monólogos que, a veces, se suceden en las (mal llamadas) mesas redondas, y para eso, nada mejor que plantear de entrada, los puntos que queremos tocar. Algunos de ellos van a ser éstos:
- El agotamiento del modelo tradicional.
Desde hace varios años se vienen sucediendo las críticas al modelo tradicional de formación. Algunos autores lo han descrito como el modelo de catalogo de oferta formativa. Este modelo ha sido preponderante en los últimos 50 años y ha sido copiado por las diferentes escuelas de formación de las diferentes comunidades autónomas del original del INAP ( no del actual, sino el tradicional)
Rafael Jiménez Asensio (2010), en un muy bien fundamentado artículo, las resume de esta manera:
“…el peso de las tradiciones juega un papel importante en todo proceso de cambio, y no cabe la menor duda que la forma tradicional de impartir la formación en el empleo público sigue estando muy presente y los actores que la avalan (técnicos, proveedores, profesores, sindicatos e, incluso, los propios receptores de la formación), salvo excepciones muy tasadas, no apuestan decididamente por un cambio, ya que ello les supondría enterrar un modelo en el que se encuentran cómodos, en el que se distribuyen sus prebendas y que es tomado como paradigma de una concepción empobrecida del mérito que consiste en la justificación de «haber estado» más que en la acreditación de «haber aprendido y transferido» unos determinados conocimientos”
Y, sigue mas adelante, ya presentando aspectos de forma más elaborada:
El modelo institucional de formación imperante en las Administraciones Públicas (principalmente en la Administración del Estado y las CCAA) es el denominado modelo de Escuelas o Institutos de Formación. El resultado de este modelo institucional de formación es evidente: por un lado, se observa una clara fragmentación de la formación en diferentes niveles e instancias, así como una reiteración de programas que duplican gasto y pueden ser calificados, en buena medida, de ineficientes, aportando datos más que dudosos sobre su transferencia efectiva al empleo público
No hace falta ser muy incisivos para concluir que el modelo existente de formación de empleados públicos está atomizado, es dudosamente eficiente y representa unos costes financieros desmesurados para la escasa rentabilidad que la organización recibe de esa formación vía transferencia de conocimientos.
Como vemos, su crítica es de fondo (desconexión de la formación y los departamentos de recursos humanos) y de forma (fragmentada, repetitiva, no evaluada en transferencia, etc.)
La pregunta que le plantearemos a Agustin Garnica, director del Instituto Aragones de Administración Pública (y decano de los directores de Escuelas de Administración Publica en España), ante estas críticas, es la siguiente: ¿es el modelo, que no es bueno, o es que los operadores no lo aplicamos bien?
- Modelo agotado pero aún muy utilizado.
Ya recogíamos esta tesis en 2014, después de la evaluación que hacíamos sobre la acogida del programa formativo de ese año en el CEJFE. Concluíamos que, todo y las críticas al modelo y las nuevas dificultades para asistir, había tenido una aceptación similar que en los años anteriores. En general, algo similar está ocurriendo en todas las administraciones. La estadística de inscritos, aunque a la baja, se mantiene. Y esto es paradójico, por cuanto por un lado se critica la metodología pero, por otro, se asiste a la formación programada. Y también, en paralelo, la valoración de satisfacción por parte de los usuarios –realmente asistentes- , por lo general, es muy elevada. Y, tampoco, el modelo se cuestiona por parte de los estamentos directivos. Y, para los programadores, tal y como decía Jimenez Asensio, es quizás la fórmula más cómoda de hacer su trabajo: planificar/programar formación.
La pregunta, que se plantea también a Agustin, es: ¿van a ser el conjunto de estos ingredientes –menores- los que explican que el modelo, pese a las críticas, siga gozando de buena salud?
- Las metodologías alternativas ¿aún no son alternativa?
Juan Carlos Gonzalez (2013) en su obra Formación Innovadora, recogía diversas tendencias y experiencias de innovación en la formación de empleados públicos. Destacaban aquellas soportadas en tecnología (MOOCs, y las nuevas modalidades de e-learning,) y, sobre todo, las derivadas del aprendizaje social como son las comunidades de práctica, comunidades de aprendizaje, grupos de innovación, etc. Estas metodologías anteriores combinan de forma muy eficaz tecnología y aprendizaje social. Y, en muchas ocasiones, al tener un componente de movilidad, posibilitan aprendizaje en el propio centro de trabajo. Ya encontramos experiencias aplicadas por parte de casi todos los servicios y centros de formación públicos. Sin embargo, y esta es su debilidad, el porcentaje de usuarios totales a los que llegan estas nuevas metodologías, no superan los niveles de implantación de las metodologías tradicionales.
La pregunta, por tanto,que haremos a LLuis Ràfols, Cap de Servei de l’EAPC será, ¿en el futuro, las metodologías basadas en aprendizaje social van a ser un referente claro y popular? O en cambio, ¿están condenadas a ser privativas de una minoría muy motivada? ¿Para los menos veteranos, se adapta bien, o necesitan planes mas tutelados?
- Aprendizajes informales intencionales, aprendizajes en el puesto de trabajo, modalidades de gestión del conocimiento: ¿más deseos que realidades?
Mucha de la literatura actual sobre aprendizaje en las organizaciones desarrollan experiencias relacionadas con el aprendizaje informal y con el aprendizaje en el puesto de trabajo. La mayoría de las veces, apoyadas en el conocimiento interno de los propios empleados, a los que se les reconvierte en formadores internos y se les encomiendan metodologías pedagógicas, a veces más clásicas como instructores y , a veces, mas innovadoras como mentores o coaches,etc , También, en ocasiones, es frecuente observar como departamentos de RRHH y Formación impulsan estrategias de gestión del conocimiento interno. Las mas comunes, por ejemplo, son del tipo mejores medios tecnológicos ( nuevos equipos ofimáticos, ancho de banda suficiente), habilitación de gestores documentales, espacios de archivo personal en la nube, fomento de redes internas y de conexiones entre los empleados, etc.
Pero, las preguntas, también para estas metodologías, y dirigidas a LLuis, van a ser: ¿estas metodologías son alternativas realistas que puedan llegar a gran parte de la organización? O, más bien, ¿ son casos aislados de excepción que confirma la regla? ¿La Administración, con los escasos medios que tiene, puede llegar a ese nivel de sofisticación metodológica?
¿Los postulados que provienen de entornos privados, por los que los aprendizajes pasan a ser de responsabilidad individual, pueden adaptarse a las circunstancias específicas de la Administración?
- El modelo de competencias ¿ni está ni se le espera?
Durante un tiempo, sobre todo antes de la gran crisis económica, fue el gran objeto de deseo de muchos responsables de recursos humanos en la Administración. En algunas organizaciones se establecieron con mucho éxito. Se han descrito experiencias muy logradas, sobre todo en la administración local (el Ayuntamiento de Vitoria, como caso mas conocido). Pero, el modelo no llegó a ser preponderante. Las altas demandas organizativas que se necesitan para implementarlo correctamente (por ejemplo, la ineludible evaluación del rendimiento, la confección del mapa de competencias organizacional, las entrevista de supervisión, etcétera), en la gran mayoría de casos, ha impedido su puesta en marcha.
De todas maneras, el modelo de competencias no se abandona por completo y existen experiencias aplicadas que aconsejan tenerlo en cuenta aún. Concretamente en el Ayuntamiento de Barcelona, desde la Gerencia de Recursos Humanos, se está apostando de forma contundente por convertirlo en el modelo preponderante. Las preguntas que plantearemos a Carles Arias, gerente de RRHH del Ajuntament de Barcelona, van a ser éstas:
¿No se trata de un modelo excesivamente complejo, burocrático, difícil de implantar y poco práctico?
Y aun en el caso de implantarlo, ¿su mantenimiento no es demasiado costoso en entornos de tan pocas expectativas de carrera profesional como son hoy las AAPPs?
¿El modelo admitiría versiones agiles? (Es el caso del Modelo de Gestión de Planes de Desarrollo Individual (GPDI) del Sistema Sanitario Público de Andalucía en el cual la evaluación del desempeño la realiza el propio empleado y la contrasta con su jefe inmediato, con el cual establecen un plan de desarrollo individual.
¿El modelo de competencias es muy adecuado en la evaluación del desempeño, pero descuida los aspectos ligados al desarrollo del empleado? (No se ocupa de avaluar como se producirá el cambio y que metodologías pedagógicas se emplearan para ello, recurriéndose, en la mayora de los casos, a un menú de acciones formativas de corte clásico.
¿Se trata de un modelo reduccionista, en el que se queda fuera lo que de verdad importa para las personas? Mas allá del cumplimento competencial excelente, no es cierto que las personas tiene intereses, y motivaciones que superan el marco estricto del cumplimiento laboral y que el modelo competencial puede suponer una barrera a esta realización personal? O lo que es lo mismo: ¿el modelo disocia el crecimiento personal del profesional?