Puede ser ahora, en Navidad, época de hermandad y amor pro excelencia ;), un buen momento para reflexionar acerca de porqué, muchas personas, se sienten cómodas y no dudan en adscribirse a los entornos colaborativos organizacionales .
A lo largo de bastantes años, en la tarea de impulsar entornos colaborativos en la Administración Pública, hemos pasado por diferentes fases en las que hemos ido aportando reflexiones sobre los elementos centrales que los conforman. Al inicio fue la desmitificación de la tecnología y situarla en el papel que le corresponde; después vino el poner orden en los diferentes tipos de agrupaciones que podrían establecerse – CoPs, grupos de trabajo, comunidades de innovación, etc.; más tarde repasamos como influía el entorno y la cultura organizacional. En fin, también comentamos el papel de los mandos intermedios y directivos, la elección de dinámicas ascendentes o descendentes y, como no, la sostenibilidad de todo ello en el entorno público.
Pero, hay un tema que, creo, hemos descuidado. Se trata de los motivos personales que hay detrás de la participación de la gente y que los hacen posibles (recordemos que en la mayoría de experiencias descritas, estas aportaciones son voluntarias y funcionan más por seducción que por obligación).
Partimos de una evidencia clara: no todo el mundo es capaz de ofrecer su conocimiento, su tiempo y su trabajo de forma altruista y sin un cálculo de retorno.
¿La explicación? Hasta ahora nos habíamos conformado con repetir el mantra del 15 por ciento de innovadores e inquietos en la organización que lo harian posible.
Pero, profundizando un poco más, ahora vemos que no deja de ser una explicación demasiado simplista. ¿Un cálculo estadístico puede explicar un fenómeno tan complejo?
Demasiado fácil. Con lo cual, volvemos a la pregunta inicial: ¿qué puede motivar esta conducta que implica tanto coste personal?
Algunas de las respuestas nos las ha sugerido la lectura del ensayo de A. Grant Dar y recibir. Por qué ayudar a los demás conduce al éxito.
Estamos elaborando un artículo más extenso, pero ahora ya podemos avanzar algunas claves que recoge el libro.
1- El tres más uno del triunfo profesional.
Afirma el autor que los profesionales que consiguen sus objetivos y el éxito tienen tres cosas en común: trabajo, talento y suerte. Pero, además, hay un cuarto factor que a veces pasa desapercibido: nuestro estilo de interacción con los demás.
2- Tres tipos básicos de interacción.
Los tipos de interacción podrían situarse en una escala con dos polos bien definidos y un área central. En un extremo estarían los que el autor llama -elegantemente- receptores (los podríamos definir como interesados, egoístas, y en el argot de negocios, como como tiburones). Vendrían a ser aquellas personas que calculan el retorno de su acción bondadosa y sólo se apuntarán hacer algo por los demás si tienen claro que el coste de la transacción les va a beneficiar.
El otro extremo se sitúan los que denomina donantes . Los podríamos también calificar como desprendidos, generosos, etc. Son las personas que primero se apuntan a los escenarios colaborativos. Se ofrecen para ayudar sin más cálculo que la propia satisfacción de hacerlo. Para ellos, el costo de la transacción es válido si la ganancia del otro supera el costo personal.
Y, en medio de estos dos tipos, tendríamos la gran mayoría. Lo que el autor llama equilibradores. Son aquellos que buscan preservar el balance entre dar y recibir. Para ellos la reciprocidad es la ley.
3- ¿Qué patrón tiene más éxito profesional?
Si tuviésemos que clasificar estos tres tipos en una escala de éxito profesional, y tras exhaustivos estudios experimentales, el autor nos confirma algo intuitivo y algo que no lo es. ¿Dónde situaremos a los donantes?
La respuesta es clara: en la parte baja ( el autor también los denomina ahora bobalicones).
Con lo cual, ¿ los receptores y equilibradores forzosamente tendrían que estar en las posiciones medias y altas? Esto es así en parte. Diferentes estudios realizados a lo largo de los años y en diferentes profesiones, nos muestran que, efectivamente, receptores y equilibradores se sitúan en la parte media, pero contrariamente a lo que podría indicar el sentido común, en la parte alta… vuelven a situarse, otra vez, los donantes.
La pregunta, por lo tanto, es ¿cómo es posible? Y, en cualquier caso ¿qué tipo de conductas específicas y diferentes a los primeros donantes desarrollan para situarse en la cima?
Para la primera pregunta, creo, tenemos bastantes evidencias en el programa Compartim. Durante años hemos observado que aquellos e-moderadores y miembros más activos, que hacían bien su trabajo, al final, por diferentes vías y mecanismos, acababan progresando en la escala profesional. Tenemos ejemplos concretos de personas que ocupan ahora puestos directivos que se han dado a conocer y han mostrado su valía en estos entornos.
Y, para la segunda pregunta, nos dejamos llevar por el análisis que desarrolla el autor – y que compartimos., el cual se basa en cuatro formas diferentes de mantener interacciones en la organización: un particular tipo de networking, una manera de entender y manejar la colaboración, la manera en como evalúan a las personas y en como ejercen la influencia. En el siguiente post lo desarrollamos.
Foto: mosaico Catedral Católica de Túnez. Bautizo de San Juan Bautista. Archivo personal
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