5 cosas que aprendemos después, de las comunidades de práctica.

Simposio CoPs EDO18

Hace unas horas se publicaron en el canal YouTube del Departament de Justicia los vídeos de las ponencias y algunos simposios del pasado Congreso Edo. Dada la concurrencia de algunos de ellos en el mismo horario (nosotros mismos nos contraprogramamos;(),   no pude asistir al  que me interesaba especialmente,  el dedicado a  las comunidades de práctica.

Ayer pude verlo y, aunque en su conjunto son 2 horas, vale la pena emplear ese tiempo. Tener la posibilidad de escuchar las aportaciones de Manel Muntada, Ángel Arbonías, Javier Martínez Aldanondo y Mireia Ochoa (en nombre del programa Compartim), es una experiencia de aprendizaje  impagable.

En mi caso, después del visionado,  se me acumulaban ideas, interrogantes, preocupaciones e intuía, también, alguna respuesta. En un auto ejercicio de hibridación de las intervenciones ( y las mías previas) intento, en este post, sintetizar toda esta carga de reflexión sobrevenida para, quizás, convertirla en  aprendizaje. Lo hago en cinco puntos.

1-  Toda organización tiene el tejido colaborativo que se merece.

Y digo tejido colaborativo para distinguir algo que ya venimos diciendo desde hace tiempo. La colaboración es un continuum. En la parte más baja encontramos grupos de trabajo, grupos de mejora, de innovación, trabajo en proyectos de equipos, etc., los cuales suelen estar dirigidos a un encargo concreto y con adscripción (semi) obligada; y, en la parte alta, encontramos las verdaderas comunidades de práctica. En ellas, como ya me rebatiera en su día Sandra Sanz y yo acabara por  darle la razón, sus  propiedades constitutivas giran en torno a la voluntariedad, la autonomía  y la reflexión sobre la práctica compartida ( para mejorarla). Son muy pocas las organizaciones en las que se dan en estado puro. En la mayoría de las ocasiones nos encontramos con grupos de trabajo colaborativo a los que llamamos comunidades de práctica. Concretamente, en el programa Compartim, de las 22 agrupaciones colaborativas de este año, menos de la mitad pasarían ese filtro tan exigente. Aunque en esto, cada vez más la experiencia nos enseña que las fronteras son tenues y que la evolución de las agrupaciones es frecuente y rápida. Grupos de trabajo pueden convertirse en comunidades de práctica y, al revés, comunidades de práctica pueden rotar en grupos de trabajo.

Conclusión: todo lo colaborativo aporta y, si somos capaces de establecer una adecuada arquitectura que haga posible que cada grupo se sitúe y evolucione a su manera, obtendremos las mejores aportaciones posibles en   cualquiera de las modalidades.

2- A menos foco más necesaria es la preparación previa, las reglas y los roles.

Manel Muntada comenzaba su intervención en el simposio afirmando (con un toque irónico) que en la mayoría de las ocasiones en las que tenía que trabajar con CoPs, había un rasgo de los moderadores que le llamaba la atención: las grandes ojeras que mostraban. Con ello quería decir que, en realidad, el grupo era poco colaborativo y el trabajo recaía, al final, en el dinamizador. Y ello le servía para recomendar una estrategia previa, en base a la metodología canvas, para redefinir y consensuar todo el proceso  de trabajo entre los participantes.

A su vez, Ángel Arbonías, también con gran experiencia acumulada de consultor y de promotor de CoPs, sobre todo en ámbitos sanitarios, nos decía que cuando el grupo encuentra (recomendaba no más de 3 sesiones)  el foco en el que van a establecer el intercambio y la reflexión compartida,  no necesitan muchas  reglas y,  simplemente, conviene dejarlos trabajar: pasar directamente a la acción. (Étienne Wenger, en este video de 2013, en una intervención para una universidad de Colombia nos dice algo parecido:  … para comenzar nada mejor que, directamente,  aportar  la práctica para comenzar a hablar de ella.)

Conclusión: la identidad (Wenger en sus últimas intervenciones afirma que  será el recurso y la fuente pedagógica de este siglo) de los participantes en torno a una práctica común hace que sea más fluida la interacción y el progreso en la dinámica. A más dispersión del grupo, menos rapidez y más necesarias son las reglas.

3- Entregables sí, pero la interacción permanente en torno al foco es aún más importante.

Arbonías afirmaba que algunas comunidades saludables no se ponen  fecha de finalización ni tienen porque acabar en un producto entregable. Hemos discutido mucho sobre ello en anteriores posts y la orientación habitual, en el entorno de la Administración Pública,  siempre se ha enfocado a  la producción, y  con una fecha determinada. Arbonías defendió algo  que algunas empresas en los entornos privados ya  están haciendo:  la interacción permanente  entre profesionales vinculados a una práctica común tiene elementos de mejora profesional y organizativa importantes y no es un subtipo de CoP.

Conclusión: conviene revisar el exceso de rigidez en los planteamientos que hemos proyectado en la Administración Pública. Si nuestros colegas en las organizaciones privadas se permiten interacción sin un fin determinado, es muy posible que estos intangibles que se incorporan a la cultura organizativa sean tan o más relevantes que los productos de conocimiento codificados del enfoque tradicional.

4– La confianza es la base de la interacción y viene propiciada por la reciprocidad.

Sin reciprocidad no hay nada. También, en este caso, Ángel Arbonías, expuso magistralmente la teoría de la reciprocidad basada en lo que él llama el TIC TAC: si hay un tic esperamos un tac. Si el TAC no llega no vuelve a ver TIC. Con lo cual, más allá de reglas, roles y pactos constitutivos, en la base de la colaboración (que primero es personal y tácita) se encuentra el cumplimiento de esta regla de la interacción y de la confianza: si  recibimos debemos retornar.

Conclusión:  las comunidades de práctica, parafraseando al antiguo presidente del gobierno, no son lugares para aprovechateguis. El ADN de las personas que las conforman ha de  inspirarse en esta regla de la reciprocidad que es básica  para la colaboración.

5- Al final, lo  más importante es lo que el presidente quiera.

Con estas palabras, Martínez Aldanondo nos ilustraba en un pasaje de su intervención memorable (minuto 1’10’’) en el que contaba algunos de los (pocos)  fracasos qué han tenido en su empresa Catenaria. Todo y que las condiciones previas sean las mejores, aunque los colectivos tengan identidad y compartan una práctica profesional, al final,  nos desenvolvemos en organizaciones verticales (tanto sean públicas como privadas).  Y la colaboración,   que tiene menos de 200 años, aún no se ha hecho con un espacio estable. Con lo cual,  más vale no autoengañarse e investigar antes de embarcarse en iniciativas colaborativas,  si la dirección (más allá de las palabras) está  -realmente- por la labor.

Conclusión: si la organización está en un momento de alta exigencia de entrega, con un enfoque a la producción  y   donde los profesionales son medidos y evaluados por este tipo de aportaciones, mejor no enredarlos. Fracaso seguro. No perdamos el tiempo en iniciativas que no van a prosperar y busquemos espacios menos estresados  a la espera de  que la madurez de la organización establezca entornos más propicios.

2 comentarios

  1. Hola, Jesús: Muy bueno el post. Da muchas pistas. Además, estupendos profesionales que saben de lo que hablan. Los 5 puntos son interesantes, pero me voy a detener en uno que “me escuece” desde hace mucho tiempo: el punto-3 que se cuestiona la idea de que las CoPs deben generar “productos”. Sabes que ya hemos hablado de esto. Estoy totalmente de acuerdo con Arbonías al afirmar que “algunas comunidades saludables no se ponen fecha de finalización ni tienen porque acabar en un producto entregable”. Sé por qué existe la tentación de “enfocarse en la producción” pero mi percepción es que eso es contraproducente. Como Arbonías, le doy mucha más importancia a la interacción permanente.
    Yo creo que el énfasis de las CoPs debe estar en el APRENDIZAJE. Es un mecanismo de desarrollo del talento. En principio, no se crean para “crear productos”, ni tienen como fin (per se) desarrollar un “entregable”. Lo que no quita que, de forma opcional, haya CoPs (como muchas de COMPARTIM), que usan los “productos” para “aportar legitimidad” e “impacto tangible”. Yo veo que eso solo responde a la típica ansiedad institucional (que es legítima) de ver “cosas” que legitimen el esfuerzo que se hace y los recursos invertidos, porque lo otro (el “aprendizaje”) es más difícil de medir, pero esa orientación a productos debería ser más la excepción, que la regla.
    En mi modesta opinión, las CoPs no se crean para desarrollar “productos”, ni entregables tangibles, pero estos productos pueden ayudar a que sean más visibles y sean aceptadas institucionalmente, además de facilitar que ese aprendizaje colectivo sea más replicable y transferible en la organización. Por resumirlo de alguna manera, puede ser más una estrategia, que un rasgo de identidad.
    El “producto” debe ser instrumental, porque si se plantea como un fin, como el gran objetivo, entonces se puede perder la riqueza del proceso y del factor relacional. Tengo en mis apuntes algo que dijo precisamente una e-moderadora de Compartim, en una de las jornadas que asistí en BCN: “Podemos tener un buen “producto” final (hecho por unos cuantos listos) pero no haber cambiado nada la organización. Vale… tienes ahí una “best practice”, pero sigue siendo un documento que parece hecho por otros. Para nosotros no es tan importante el producto, sino la gestión de las experiencias vividas. Ha animado mucho en el grupo poder hacer este intercambio personal y abrirnos al mismo”. Esta opinión encaja perfectamente con la idea de que no hay que insistir tanto en los “productos”. Gracias por tus apuntes. Me los guardo. un abrazo

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    • Gracias Amalio por tus palabras, siempre sabias. Sabes que para mí eres una referencia desde hace mucho tiempo. Te voy a contestar en otro post en los próximos días. Lo que escribes me hace pensar de nuevo.
      Gracias de nuevo y un abrazo.

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