Pautas para diseñar ambientes de aprendizaje.

La sabemos, aprender es hacer conexiones. Y, aprender a aprender,  es maximizar las ocasiones para que haya interacciones que produzcan aprendizaje. Con lo cual, y de esto va el  post, las connotaciones directas para educadores, formadores y profesionales de la formación y el aprendizaje son evidentes.

En la formación online se le ha venido prestando atención desde el inicio. A los primeros diseños de aprendizaje, muy rudimentarios, progresivamente y con el objetivo de hacerlos atractivos y enganchar a los estudiantes, se le fueron añadiendo elementos. En los últimos años, ya lo hemos hablado aquí, las plataformas online han añadido  la capa social. Además, el diseño de la asignatura, ya mediante flipped classroom, se enfoca al debate en pequeños grupos  y después a un plenario donde se da cita toda la clase. Y, para acabar de mejorarlo, se le añade dinamización constante, en ocasiones gamificación; en otras, realidad aumentada, asistentes virtuales de ayuda, etc.  Y siempre recursos multimedia curados.

Lo paradójico es que aun  siendo más preponderante la formación presencial, no se ha cuidado bien el  aspecto de diseño en la formación permanente de los profesionales ni en la universidad ( no es el caso de la formación escolar y de bachillerato, en algunos colegios lideres como sobre todo, es el caso del Montserrat y Jesuitas ).

En formación de actualización de los profesionales, por un lado, las metodologías tradicionales de formación basadas en aula y profesor, no han tenido necesidad de ir más allá de recordarle al docente/ formador que debían enganchar  (no ser aburridos) a su audiencia. Y fuera de esto, poco más. Y, si bien, como hemos recogido en otras ocasiones, se vienen multiplicando las experiencias de aprendizaje social y situado, a través de las comunidades de práctica, aprender haciendo y las diversas herramientas que aporta  la gestión del conocimiento para el aprendizaje organizacional (briefing, las reuniones de fin de proyecto, lecciones aprendidas, buenas prácticas, reflexión después de la acción, etcétera) no ha habido reflexión e intervención para mejorar los ambientes físicos que podrían maximizar sus efectos. Hemos reflexionado poco y, creo, hay margen de mejora.

Los pequeños detalles son poderosos.Este idea me asaltó el miércoles pasado cuando escuchaba a Mara Balestrini en el colegio Montserrat, donde tenía lugar la jornada Maker diseñada por Alejandro Piscitelli. El evento cerraba el curso 2018/2019 y estaba intencionalmente pensada para ser productiva en  conexiones para toda la comunidad: alumnos, padres, profesores e invitados selectos ( Jordi Vivancos,Evaristo Gonzalez, Jordi Jubany ,  Manel Trenchs…)

Y el efecto conexión solo podía venir de juntar en un mismo espacio a personas tan relevantes como a Santiago Beruete,  Mara Balestrini, Luki Huber, Gloria Gubianes, y el propio Piscitelli,  en una presentación -como siempre son las suyas-, estimulante y repleta  de conexiones.

Pues bien, en mi caso, la  gran  conexión la produjo Mara Balestrini. Explicaba uno de los encargos en los que habían trabajado, en el cual debían entender primero,  y dar soluciones después, al problema  del ruido insoportable que se producía en la Plaça del Sol del barrio de Gracia de Barcelona. Con el objetivo de concienciar al Ayuntamiento de los altos niveles de ruido para los vecinos, y haciendo un uso -como es marca de la casa Ideas for Change-, de tecnología empoderadora y transformadora, habían repartido entre los afectados sensores para detectar el volumen de ruido.

Los investigadores comprobaron, a la hora de leer los resultados de los sensores, que los patrones que los datos ofrecían no obedecían aparentemente a ninguna causa concreta que pudieran explicar su configuración. Había un pico de intensidad que se iba trasladando progresivamente de un lado a otro de la plaza,  lo cual les resultaba fascinante, por no saber como interpretarlo.

 Y aquí está la clave de los pequeños detalles. Tras múltiples observaciones y arduas entrevistas,  dieron con un chico adolescente que tenía su dormitorio directamente orientado a la plaza. Les comentó que el patrón de variación  se debía a un único factor: al movimiento del sol: la gente quería estar a la sombra y se iban desplazando buscándola.Y la ruidosa conversación, también.

 Como decía Mara Balestrini, a la hora de plantear soluciones, ésta aparentemente causa menor fue una de las palancas en las que se basaron para el rediseño ambiental de la plaza.

La importancia de los detalles en el diseño de ambientes de aprendizaje.

Desencadenado el estímulo de los pequeños detalles, ya (mi) mente no pudo parar. Y me llevo a una lectura anterior: Small data: las pequeñas pistas que nos advierten de las grandes tendencias. Su autor , Martin Lindstrom recoge  también la importancia de los pequeños detalles, que usualmente pasan desapercibidos , pero que son palancas para la transformación. A veces,  mediante  observación participante, a veces con  metodologías de corte etnográfico, dan la pista de que, en ocasiones, la suma de las grandes  variables (Big Data) no es suficiente. Nos cuenta Linstrom , por ejemplo,  que a través de la observación en muchos hogares rusos de  imanes de paisajes exóticos  en las neveras,  le suscitó la idea de promover un nuevo negocio a finales de  los años 90’, cundo se recuperaba la economía: los viajes y un ocio alternativo. La observación de zapatillas gastadas en adolescentes también le permitió recomendar otro tipo de negocio exitoso.

Lo explica  de esta manera:

¿Acaso sabemos cómo nos encuentra el resto de la gente? ¿Somos conscientes de la secuencia irregular de pequeños datos que dejamos tras nosotros a diario, los rituales, hábitos, gestos y preferencias que confluyen para exponer quiénes somos en verdad interiormente? La mayor parte del tiempo, la respuesta es “no”. Lo que merendamos, cómo organizamos nuestra página de Facebook, lo que tuiteamos, si masticamos chicles de canela o pastillas de nicotina, todos estos gestos ligeros pueden parecer de buenas a primeras indiscriminados, erráticos y demasiado pequeños para tener demasiada relación con nuestras identidades. Pero cuando comenzamos a ver la vida a través de la nueva y desconocida lente de los pequeños datos, también encontramos pistas reveladoras sobre las personas más cercanas a nosotros, incluidos nosotros mismos. No importa lo insignificante que pueda parecer inicialmente, todo en la vida nos cuenta una historia.

Sobre su método:

El trabajo que hago es una versión acelerada de la antropología etnográfica, o participativa, siendo la diferencia que, en lugar de pasar años en un lugar observando a una tribu de personas, paso semanas y en ocasiones meses en otro país. Como cualquier antropólogo —si se me puede llamar así— me veo a mí mismo como un amalgamador y observador neutral que une los trozos de pequeños datos, creando un mosaico del que intento extraer un hilo argumental razonable.

Cuando entro en el hogar de alguien, lo primero que hago es reunir tantos datos racionales y observables como puedo. Tomo notas, tomo cientos de fotos, grabo vídeo tras vídeo. El detalle o el gesto más pequeño puede convertirse en la clave para descubrir un deseo que hombres, mujeres y niños (y, en algunos casos, la propia cultura) no sabían que tuvieran. Busco pautas, paralelismos, correlaciones y, no menos importantes, desequilibrios y exageraciones. Típicamente me concentro en los contrastes entre el día a día de las personas y sus deseos no reconocidos o insatisfechos, evidencias que pueden encontrarse en cualquier parte.

Tras meses de observaciones e investigación, coloco todos mis hallazgos en un tablón. Sirve tanto de mural como de línea temporal. ¿Qué deseos yacen en la brecha entre percepción y realidad, entre realidad y fantasía, entre las fantasías conscientes y las fantasías inconscientes de las personas? ¿Cuáles son los desequilibrios dentro de la cultura? ¿De qué hay demasiado, o demasiado poco? ¿Qué deseos no están siendo alimentados?

La observación en persona y la preocupación con los pequeños datos es lo que distingue mi actividad dentro de un mundo preocupado con los grandes datos (el llamado Big Data). La mayor parte de nosotros juzga prácticamente todo en segundos, o minutos a lo sumo. Nos hemos vuelto buscadores espontáneos y respondedores instantáneos. Conforme más servicios y productos han migrado al universo online, y la tecnología nos ayuda a comprender el comportamiento humano en tiempo real a nivel de detalle, mucha gente ha llegado a creer que las observaciones y las interacciones humanas son anticuadas e incluso irrelevantes. No podría estar más en desacuerdo.

Es por esto por lo que, en mi opinión, la mejor y más cercana aproximación de quiénes somos como humanos proviene de mezclar nuestras identidades online y offline, y de combinar grandes datos con pequeños datos

Y, con esto vuelvo al principio del post: diseñar ambientes de aprendizaje tiene que ver con situarse en el flujo del trabajo, donde la gente hace las cosas.

En el caso de la formación permanente para  profesionales las implicaciones son obvias. No creo que hoy ningún profesional entienda que las metodologías tradicionales de detección de necesidades, basadas en entrevistas y encuestas, pueden ser elementos suficientes que expliquen lo que se necesita. Aquí también la intermediación sobra. Con lo cual, y haciéndome eco  de las postulados de Jane Hart, que recoge en este listado breve,  volvemos a insistir  en que si queremos acertar plenamente en mantener el aprendizaje necesario para los profesionales,  hoy en día significa vincularnos directamente en su ámbito de trabajo y ejercer el papel, como departamentos de formación y aprendizaje, de asesores y diseñadores de aprendizaje,  tanto de los propios profesionales como de la  organización dónde se sitúa.

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