“Aprendizaje Salvaje”

El tejido de Weiser; Claves, evolución y tendencias de la educación digital

Esta es la segunda entrada que hago para adelantar parte de los contenidos que se desarrollaran  en la XII Jornada Compartim del próximo 29 de noviembre.

 

Este pasado mes de agosto llegó a mis manos El Tejido  de Weiser, de Xavier Mas. Aunque es un libro técnico y complejo y su lectura me llevó más de una semana, no pude dejar de leerlo hasta el final.

Os lo recomiendo. Nos pone al día de todo lo que tiene que ver con el aprendizaje en la sociedad-red. Partiendo de un planteamiento valiente (y muy documentado), trasciende algunos tópicos clásicos que se han instalado en el imaginario social, como los de la pretendida solvencia en materia de aprendizaje que tienen los denominados nativos digitales (el autor incluso  discute su  existencia).

Con todo, creemos que una de las aportaciones más interesantes del libro es la denuncia (por emplear estos términos) de la obsolescencia de los sistemas educativos institucionales actuales. El autor afirma que en el nuevo contexto actual, en que la tecnología digital se ha convertido en una dimensión casi inseparable de la realidad física y en  la que red es el ámbito donde tiene lugar el conjunto de la actividad humana (incluyendo  el aprendizaje), se ha demostrado que la formación heredada de los últimos 150 años, desde la primera revolución industrial, ha quedado definitivamente desfasada y que necesitamos repensar todo el modelo educativo.

¿Cómo? Posiblemente volviendo a los orígenes, desregularizando y aprendiendo de forma más natural. El autor se  reafirma en la capacidad que tenemos de aprender en cualquier momento y en cualquier lugar y bajo cualquier formato. Lo llama aprendizaje salvaje. Y esta es otra aportación original y genuina del libro:

«El aprendizaje es un fenómeno que se da en estado salvaje, es decir, que es consustancial a la naturaleza y la actividad humana. Con lo cual, podemos establecer una nueva convención según la cual los procesos de aprendizaje y de educación no tienen porque  circunscribirse al marco que nuestra sociedad ha creado para regular la actividad educativa. Reivindicamos el hecho de que podemos aprender, enseñar y ser educados en cualquier lugar o situación mediante canales y artefactos diferentes, y desde roles y ámbitos disciplinares diferentes de los que tradicionalmente han sido objeto de estudio por parte de lo que conocemos como ciencias de la educación. »

Y continúa afirmando más adelante que aprendemos de todo y en cualquier momento:

«Asumimos también que de todo se aprende. Para ponernos al día, aprendemos constantemente y a toda velocidad… empezamos teniendo mucha información, tanto de formatos como de canales, para transmitir conocimiento mediante cápsulas, por la voz, en el tren, en vídeo, sentados, por YouTube. Sin embargo, creo que no se ha hecho una exploración muy profunda sobre la persona que aprende: no sabemos en qué situaciones lo hace, como es, qué motivaciones tiene. Actualmente cualquiera que quiera aprender lo que sea para hacer algo lo aprenderá. Tenemos herramientas de sobra. Hay que incidir en lo que quiere y en el para qué, y ayudarle en este sentido. »

Y, de este modo, vuelve a insistir en el gran desfase existente entre lo que hacen los aprendices, los digital learners, como él los llama, y ​​lo que se hace en las instituciones educativas, donde aún no se habría producido la transformación digital que ya está presente en otros sectores sociales. También lo amplía:

«Llama la atención que los cambios que en la mayoría de sectores industriales ha causado el proceso de digitalización, reinventando productos, abandonando mercados y creando nuevos procesos y modelos de negocio, no se reflejan en el ámbito educativo… el conjunto de herramientas y recursos educativos que ofrece la red de alguna manera están presentes de forma extendida en todos los niveles. Sin embargo, el retrato robot del ecosistema educativo difiere muy poco respecto al de décadas anteriores. Instituciones, reglas, roles y agentes, modelo de acreditación, formas de organización, permanecen casi inalterados, pero, tal vez, la educación aún no haya sido alcanzada por la ola gigante de la transformación digital. »

Y concluye afirmando que la educación es el último bastión que le queda por conquistar a la revolución digital: «más allá del e-learning y los enfoques pedagógicos más innovadores, la educación digital no se está forjando ni en  las aulas de escuelas y universidades, sino en el tejido de la vida diaria, donde las tecnologías más profundas confluyen, desaparecen y se vuelven invisibles. »

Por eso es inevitable replantearse la práctica educativa a la luz de las leyes y las posibilidades que el nuevo entorno nos ofrece. Es como si hubiera una lucha encarnizada entre la organización tradicional, que adopta de forma marginal las nuevas tendencias, y las nuevas tendencias, que, actuando como palanca, quieren ser las preponderantes.

Xavier Ferràs, ponente también el día 29, habla de los insiders, que son los especialistas defensores de las prácticas tradicionales que procuran, por todos los medios, que las nuevas prácticas fracasen. O sea: una lucha fratricida entre lo constituido y lo emergente. Nada nuevo bajo el sol.

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