La moda del mindfulness y Donald Trump

Otro gran tema que se ha quedado fuera del libro tiene que ver con la manera en que aprendemos en esta época de inmersión digital. Un libro sobre formación y aprendizaje corporativo ha de tocarlo de forma obligatoria. Es la base sobre la que se desarrolla cualquier actividad de los departamentos de formación y recursos humanos. Y, creo, es una temática en la que aún no hemos entrado a fondo. Sospecho que nos estamos perdiendo algo. Por muy buenos diseños metodológicos que hagamos, por muy buenos contenidos que dispongamos, si no tenemos en cuenta al receptor (aquel que genera, procesa y consume información de forma diferente), no vamos a atinar del todo.

Partimos de la hipótesis de que en los últimos 20 años de sobreexposición a lo digital alguna cosa nos ha cambiado. Y pese a que autores (los más pesimistas) como Nicholas Carr, ya hace una década que vienen avisando, por lo general, no hemos querido, desde la pedagogía y la educación, entrar a fondo en el debate vía investigación empírica. Nos hemos conformado con consumir -como si fuésemos un colectivo profesional no especializad-,)  etiquetas fáciles: tecnofóbicos, tecnopesimistas versus tecnofílicos, tecnooptimistas.

En el libro pretendía hacer un desarrollo exhaustivo tanto de las posiciones alarmistas, (que no solo las representa Nicholas Carr, sino que progresivamente van apareciendo nuevas aportaciones); de las posiciones optimistas,  por ejemplo, Thompson , Stalman,  etc; y también posiciones más eclécticas. Pero como esto ya lo había escrito -además deliciosamente-, Scolari, no quise repetirme (que,  por cierto, el propio Scolari reconoce que el articulo nace de conversaciones con Alejandro Piscitelli).

En cualquier solo aportaré algunos comentarios al debate:

  • Es un debate que parece moderno, pero no lo es. Siempre ha pasado con cualquier tecnología que aparece en la historia. Mcluhan decía que primero creamos las herramientas, y luego las herramientas nos modulan. Y cuando hablamos de herramientas no sólo nos referimos a la alta tecnología y a internet. Es cualquier artefacto que como especie podamos manipular.
  • El factor generacional no explica nada. Y recojo textualmente las palabras de Xavier Mas:
    •  Lo cierto es que existe un consenso generalizado entre la comunidad académica sobre la falta de validez científica del factor generacional… no toda la gente joven está acostumbrada ni se siente segura utilizando la tecnología, y que la división entre nativos e inmigrantes ya ha quedado superada…ahora se imponen enfoque más abiertos, no solo el enfoque generacional.
    • Así pues, como lo que define el perfil de los aprendices digitales no es un conjunto de atributos estáticos, tal y como ocurría con la definición de los nativos digitales, sino más bien la acción conjunta de múltiples variables, alguna de ellas personales y otras procedentes del contexto, las cuales pueden entrar en juego y adquirir valor en cada situación.
    • Las nuevas variables que van más allá de la generación señalan que el impacto del uso de la tecnología sobre las capacidades cognitivas debe de relacionarse con una diversidad de factores que tienen que ver con el contexto, tales como el nivel socioeconómico, género, el tiempo de exposición, el tipo de actividad etcétera. Lo ilustra de esta manera:

roldidtalmas

 

  • Dejar de mirarnos el ombligo. Recojo del libro de Andy Stalman dos citas que me ponen sobre esta pista:
    • Lo que cambiará y está cambiando es nuestra idea de quiénes somos (Michael Gazzaniga)
    • El avance más apasionante del siglo XXI no se deberá a la tecnología, sino al concepto expandido de lo que significa ser humano (John Naisbitt).

   Y Piscitelli lo define de esta manera: lo que estamos haciendo, muy mackluhaneanamente, es expandir todas nuestras potencias humanas en direcciones imprevistas. No tanto en un sentido individual sino en un sentido más social, de colectivo y de híper conexión.

  • De todas las variables vistas, quizás debamos volver a lo básico:  tan importante o más que el impacto de la tecnología es la impronta de la inteligencia base de las personas. Todos tenemos evidencia de que los analógicos inteligentes son eficientes y que los digitales inteligentes son eficientes. Creo que se puede ser superficial, poco analítico, con escasa posibilidad de concentración, etc., tanto en analógicos como en digitales. Y todos conocemos a personas de ambos tipos.

De todas maneras, y entrando ya a plantear el estado de la situación en el momento actual, donde en los últimos 10 años no hemos instalado en el reinado absoluto del smartphone, y en donde los próximos 10 años ya estamos transitando a nuevas tecnologías que van a ser aún más disruptivos.

Y, reflexionando sobre esto, y en un caso extremo como el Donald Trump, me llama la atención que de los múltiples y muy diversos  atributos negativos por  los que  se le puede definir,   los avances editoriales del libro de Michael Wolff  lo definen como  una persona que no lee,  que escanea y que es incapaz de concentrarse…O sea, procesamiento nulo de la información,  con, por consiguiente,  toma de decisiones irreflexivas y, por tanto, sin  aprendizaje. ¿Es esta la fotografía del prototipo evolutivo que Carr ( y los tecnofóbicos) presentan de lo que Internet puede hace con nosotros? Ojalá no😉

Y, ahora, ya pasando al ámbito de la formación corporativa y dando por bueno que en algún aspecto sí que estamos afectados, podemos decir que en 20 años hemos visto, en lo físico, substituidas nuestras formas tradicionales de trabajo por otras impactadas por la tecnología e internet. Sobre todo, en los trabajos técnicos, de gestión y de servicios. A finales de los 90 era habitual disponer en las mesas de trabajo de rotuladores, pósits, cartulinas, carpetas, subrayadores, gomas de borrar, etc. Respondían a una manera diferente de adquirir y procesar la información. Ahora, las herramientas ofimáticas y las aplicaciones han sustituido estos escenarios. La pregunta es: ¿con la sustitución de las  herramientas  clásicas hemos perdido el  control estimular que era  básico  en el proceso de aprendizaje?

Es una percepción personal, (y ojalá pronto la pongamos prueba de forma experimental) que , por decirlo de esta manera, la clase media de las personas que trabajan en las organizaciones,  hemos visto alterada la capacidad de síntesis y  de concentración  y , a cambio, hemos ganado rapidez y amplitud en la densidad de fuentes a tener en cuenta? ¿Somos ahora más o menos ineficientes que antes de la impronta digital?

La pregunta no es fácil de responder. Y menos sin una investigación empírica que avance conclusiones. Pero es necesario hacerse preguntas sobre ello por parte de los departamentos de formación. Y ya, quizás sin saberlo, estamos implicados. Por ejemplo, ¿la programación de numerosos cursos, en los últimos años, sobre mindfulness no responde a esta necesidad?

Y ya para terminar, recomendar algo que no falla (y que también hacemos): nueva capacitación digital.  Cobo lo desarrolla bajo el nombre de multialfabetismos.

El aprovechamiento de lo digital habrá de ir acompañado de un contexto propicio, es decir, generar las condiciones para que exista un sentido e interés, así como hábitos y destrezas para seleccionar, procesar, administrar, conectar y compartir los conocimientos disponibles con otros.

Magro defiende un abordaje multimodal:

Más que el acceso a la tecnología, nuestro principal problema es el uso que somos capaces de hacer de ellas. Hoy la brecha digital es la que separa a aquellos que son capaces de utilizar la tecnología de manera reflexiva, activa, creativa y crítica, de aquellos otros que la utilizan de forma pasiva, consumista e irreflexiva. Una brecha que no es nueva y que reproduce, e incluso amplía, las tradicionales y aún existentes desigualdades educativas provocadas por el capital cultural, social y económico. Nos siguen faltando competencias, reflexivas, críticas y didácticas, relacionadas con las tecnologías.

Finalmente, Mas nos avisa de que la pedagogía emergente no nacerá en las organizaciones educativas tradicionales:

 La educación es el último bastión que queda por conquistar por la revolución digital. Más allá del eLearning y de los enfoques pedagógicos más innovadores, la educación digital no se está fraguando ni en las aulas de escuelas y universidades, sino en el tejido de la vida diaria, donde las tecnologías más profundas confluyen, desaparecen y se tornan invisibles.

 

En fin… tema abierto para los profesionales de formación y RRHH. Nos toca actuar: investigar y aportar.

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